sábado, 26 de agosto de 2017

Viejas costumbres

No hay nada más bonito que escucharte dormir. Lo estoy haciendo ahora mismo. Como te revuelves en la cama y tienes la respiración tranquila al momento en que estás cayendo en ese sueño ligero que dices que tienes y como al final tu respiración es pesada y más lenta y sé que ya estás dormido. Me pareces tan bonito cuando te despiertas en medio de la noche y me hablas, me tiras besos y si por alguna razón la llamada se cortó y yo estoy dormida me llamas de regreso, porque me quieres tener ahí, tanto como yo te quiero tener a ti. Me tienes mal acostumbrada a dormirme escuchándote tranquilo, a tu lado, y te juro que cuando estoy en mi cuarto con las luces apagadas y estoy solo ahí escuchándote dormir, siento que puedo alargar la mano y tocarte la cara y el pelo y la camiseta de pijama que traes puesta justo esa noche. Eres adorable hasta cuando estás roncando y cuando me hablas y peleas conmigo dormido y cuando te hablo asustada porque tuve una pesadilla y me cuidas hasta que me quedo dormida otra vez. Creo que no sabes lo afortunada que soy de tenerte en mi vida. Quiero que sepas que así es como quiero pasar el resto de mi vida: a tu lado. A tu lado, escuchándote dormir, peleando contigo en la cama por qué veremos juntos y robándote comida del plato porque sé muy bien que no te gusta. Coqueteándote todos los días y dándote tantos abrazos que sentirás que tienes los brazos llenos y tantos besos que te pienso cansar los labios. Te voy a jalar a todas partes a que bailemos sin música y cantemos en la ducha y pidamos comida rápida los fines de semana porque nos va a dar mucha flojera cocinar. 

Te lo prometo. 

miércoles, 24 de febrero de 2016

Tengo un huequito en el pecho

Creo que nunca voy a olvidar la tarde en la que te miré, con esa carita seria y una tristeza muy agridulce asomándose por tus ojitos café y el cabello un poquito desordenado, y como me contaste de tu gato y me dijiste que tenía una sonrisa muy bonita, y estabas tan solo cuando te conocí que te hice un huequito en mi pecho, a tu medida, con un montón de dragones de esos de los que te gusta leer, y un par de camisetas blancas para dormir como esas que te gusta usar, todo para que pudieras descansar ahí y no verte triste jamás, porque no había nada más bonito que tu risa y tus ojitos cuando se pierden con esa manera tan tuya de sonreír y burlarte de todo. El huequito estaba justo ahí para que pudieras salir durante el día allá lejos a ser tú con todas esas formalidades y cuando estuvieras un poquito cansado de todo pudieras volver y acurrucarte, hacerte bolita sabiendo que te daría calor y te estaría contando historias y me aferraría muy fuerte a tu mano, y aunque no era mucho lo que podía darte sabias que era todo y era para a ti. 
Pero al poco tiempo no estabas mas solo y decidiste que era suficiente de mi, de mis dedos y mis labios y mi cabello oscuro que se enredaba en tu rutina despreocupada y en tus brazos calientes y blancos, asi que te levantaste y te sacudiste y comenzaste a caminar lejos, lejos de mi, y de nuestras largas llamadas, nuestras largas conversaciones, nuestros largos y largos momentos chiquitos que en ese momento no creí que eran tan importantes y que ahora son los que más extraño.
Tengo este hueco en el pecho; míralo, tócalo, pruébalo; es por ti.

martes, 29 de diciembre de 2015

Hoy volví a leer tus cartas

Hoy volví a leer tus cartas, y no porque quiero que regreses, sino porque me aterra olvidarte, y ya no recuerdo tu voz, ni el brillo de tus ojos, ni tu risa de madrugada ni tus manos calientes tomando las mías muy frías, así que abrí esa cajita de recuerdos y leí todas tus cartas. Tomé entre mis dedos todas tus cosas y mientras repasaba esas palabras garabateadas pensé en todo lo que vivimos y en cómo terminé aquí, así, sin ti. Porque tal vez es mejor y más fácil pero siempre hay una vocecita encerrada en mi cabeza que está murmurando tu nombre porque extraña cada día tu presencia, tus llamadas, tus mensajes, y nuestra historia, a la versión de mí a tu lado y los besos.

Y es que extraño esas cosas tan pequeñitas, como la sensación de estarme durmiendo contigo en la otra línea del teléfono, y ese tono de voz que tomabas para arrullarme, despacito. Tu manera de tomarme de la cintura, de leerme en voz alta, de tararear canciones graciosas. Esos temas tan trascendentales de los que hablábamos por horas y que al día siguiente no me parecían importantes ahora me parecen lo más bonito, porque era hablar de nada, contigo, mirando el techo, solos tú y yo. En mi lugar favorito en el mundo.

Hoy volví a leer tus cartas, y lloré de nuevo. Y no porque no haya superado nada. No porque siga estancada y esté parada en el mismo lugar donde me dejaste esperando que regreses por mí, sino porque ahora estoy muy lejos de ahí, y me hubiera dado mucho gusto que vieras en lo que me convertí. Porque estoy cumpliendo todos esos sueños que prometimos que cumpliríamos juntos, pero sin ti. Porque maduré y crecí y ahora soy una persona bastante diferente y estoy segura que estarías orgulloso de ver hasta donde he llegado, sin embargo no estás ahí para decírtelo y a veces, cuando está muy oscuro y estoy debajo de las sábanas, recostada y sola, enserio quisiera tenerte frente a mí. Y solo hablar.

Hoy volví a leer tus cartas, y lloré de nuevo. Y no porque quiero que regreses, sino porque ya no recuerdo como era tu voz en las mañanas cuando me llamabas muy temprano, ni el brillo de tus ojos cuando hablabas sobre algo emocionante, ni tu risa de madrugada cuando estábamos un poco intoxicados del otro. Me cuesta trabajo cerrar los ojos y encontrarme con la forma en que tu boca se torcía cuando te sonreías, como un niño pequeño, y tu manera tan personal de llamarme por mi nombre. Creo que he ido olvidando muy despacito pedazos de las canciones que me escribiste, los apodos que me inventaste, el noto de tu voz que adoptabas cuando te enojabas y todas tus mascotas. Estás borroso ahora, sin recuerdos nítidos, con las memorias entremezcladas entre las promesas que nunca cumpliste y las pesadillas que tuve cada día después de que me rompiste el corazón.

Hoy volví a leer tus cartas, y lloré de nuevo. Y no porque no te haya olvidado, sino porque ya no me acuerdo de ti.